Alumna: Gisela Lopez
Asignatura: T.I.C.
Fecha: 10/6/09
Tema: El libro y su importancia – La impresión: tipográfica, Offset, hueco grabado y fotocopiado
Desarrollo:
Una de las primeras necesidades del ser "racional" fue transmitir a los demás, de su época o de futuras generaciones, sus vivencias e impresiones. Las primeras manifestaciones impresas fueron ideográficas. El primer escrito que se conoce se atribuye a los sumerios de Mesopotamia y es anterior al 3000 A.c. Como está escrito con caracteres ideográficos, su lectura se presta a la ambigüedad.
Los egipcios dejaron documentos que proceden de unos cientos de años después y testimonian el principio de transferencia fonética (Jeroglíficos).Posteriormente, surgieron también sistemas ideo silábicos en el Egeo, el valle del Indo y China. Otro sistema de escritura parecido data del 1300 A.c., y se ha encontrado en la costa norte de la actual Siria, pero en este caso los caracteres de la escritura eran unas cuñas como las de la escritura cuneiforme de Mesopotamia.
En toda la zona se escribía de forma parecida y fueron los griegos quienes tomaron su escritura de los fenicios. Dieron el último paso, pues separaron vocales de consonantes y las escribieron por separado; así se llegó a la escritura alfabética en torno al 800 A.c. El papel apareció en Egipto alrededor del 800, pero no se fabricó allí hasta el 900 (Papiro). El papel más antiguo conservado se fabricó con trapos alrededor del año 150. Durante unos 500 años, el arte de la fabricación de papel estuvo limitado a China; en el año 610 se introdujo en Japón, y alrededor del 750 en Asia central.
El pergamino, material muy duradero, lo utilizaron los pueblos antiguos y medievales para escribir en ellos textos sagrados y literarios. Alrededor del año 200 A.c. fue sustituyendo poco a poco al papiro y aproximadamente entre los años 1200 y 1400 fue asimismo reemplazado por el papel, aunque todavía se emplea en ocasiones especiales para documentos de gran importancia y trascendencia. El pergamino y la vitela están hechos empleando un procedimiento que consiste en lavar la piel, sumergirla después en una solución de cal para quitarle el pelo, rasparla e igualarla por ambos lados y al final desgastarla por un largo periodo de tiempo con polvos de piedra pómez. El llamado papel de pergamino, invención moderna, se obtiene al sumergir el papel ordinario sin encolar en una solución de ácido
En sus comienzos, en Oriente, las impresiones se conseguían oprimiendo el papel con un trozo de madera contra el bloque entintado. Los primeros impresores occidentales utilizaron prensas mecánicas de madera. Los impresores orientales que utilizaron tipos móviles los mantenían unidos con barro o con varillas a través de los tipos. La primera fundición de tipos móviles de metal se realizó en Europa hacia mediados del siglo XV; se imprimía sobre papel con una prensa.
El gran logro de Gutenberg fue el desarrollo de un método que permitió fundir letras con dimensiones precisas, la fecha aproximada de dicho invento fue el año 1450, este avance en la impresión contribuyó sin duda de forma decisiva a la aceptación inmediata del libro impreso como sustituto del libro manuscrito. A los libros impresos antes de 1501 se los conoce como los incunables.
Su primera obra impresa con este sistema fue la Biblia. La invención de Gutenberg fue acompañada de la fabricación del papel. En el período comprendido entre 1450 y 1500 se imprimieron más de 6.000 obras diferentes. El número de imprentas aumentó rápidamente durante esos años. A partir de allí, fueron cambiando las prensas primitivas, pasaron a automatizarse las máquinas de imprimir, así como a la par fue evolucionando la fabricación y producción de papeles. Hacia 1800, los avances en el mundo de la impresión hicieron hincapié en aumentar la velocidad.
Hacia fines del S. XIX los equipos se perfeccionaron, permitiendo reducir drásticamente el tiempo necesario para componer un libro en comparación con las labores manuales. Por último, la fotografía ha venido a contribuir al desarrollo de los modernos procesos de fotomecánica.
Desde los años sesenta, los avances en la fotografía y la electrónica han revolucionado la impresión. Los nuevos materiales sensibles a la luz, como las resinas de diazonio y los fotopolímeros, han creado superficies de impresión duradera por medios fotográficos y no mecánicos. Los sistemas informáticos permiten fabricar con rapidez películas para transferir imágenes a cualquier superficie de impresión. Incluso se obtienen impresiones o grabados directamente por medio de máquinas que utilizan ciertos tipos de rayo láser o agujas de diamante.
Las imágenes generadas en los ordenadores o computadoras se almacenan en bases de datos y se transfieren directamente a las formas de impresión sin ningún paso intermedio. Un conjunto de inyectores de tinta, controlados por computadora, pueden generar imágenes sobre una hoja de papel en movimiento o la banda de una bobina. Las impresoras de chorro de tinta más sencillas se utilizan para imprimir información variable, como la fecha de caducidad en los envases de los alimentos o las etiquetas con la dirección en envíos postales, y a veces se instalan conectadas a los equipos de imprenta tradicionales. Las impresoras en color de chorro de tinta más complejas son capaces de generar reproducciones con calidad litográfica en muy poco tiempo. Mayor utilización va adquiriendo la impresión láser o impresora electrofotográfica que utiliza la misma tecnología que las fotocopiadoras.
Tomados en conjunto, todos estos cambios han sido considerados como una revolución de la impresión y del oficio gráfico, el que ha tenido que ir actualizándose rápidamente en la última década, para no quedar relegado a los tantos oficios obsoletos que han sido desplazados por la evolución de las nuevas tecnologías.
La escritura había sido inventada en Sumeria (Irak) hace 5.500 años, para contar y registrar hechos históricos, usando la escritura de símbolos cuneiformes, y fue tornándose en el elemento más importante para que el hombre se informe y se comunique. El primer alfabeto, donde las letras podían unirse para ir formando palabras lo inventaron los fenicios alrededor del 1.300 antes de Cristo.
Los primeros libros se realizaron en planchas de barro que contenían caracteres o dibujos incididos con un punzón. Las primeras civilizaciones que realizaron estos documentos fueron los antiquísimos pueblos de Mesopotamia, entre ellos los sumerios y los babilonios. Con mayor semejanza a los libros actuales fueron los rollos que realizaban los egipcios, griegos y romanos, compuestos por largas tiras de papiro -un material parecido al papel que se realizaba a partir de los juncos del delta del río Nilo - y que se enrollaban alrededor de un palo de madera. El texto se escribía con una pluma también de junco, en densas columnas y por una sola cara, y se podía leer desplegando el rollo. La longitud de las láminas de papiro era muy variable. La más larga que se conoce (40,5 metros) se encuentra en el Museo Británico de Londres.
Más adelante, durante el periodo helenístico, hacia el siglo IV a. C., los libros más extensos comenzaron a subdividirse en varios rollos, que se almacenaban juntos.
Los escribas (o escribientes) profesionales se dedicaban a copiarlos o a escribirlos al dictado, y los rollos solían protegerse con telas y llevar una etiqueta con el nombre del autor. Atenas, Alejandría y Roma eran grandes centros de producción de libros, y los exportaban a todo el mundo conocido en la antigüedad.
Sin embargo, el copiado a mano era lento y costoso, por lo que sólo los templos y algunas personas ricas o poderosas podían poseerlos, (y hasta eran celosamente custodiados por el valor que tenían) y la mayor parte de los conocimientos se transmitían oralmente, por medio de la repetición y la memorización. Aunque los papiros eran baratos, fáciles de confeccionar y constituían una excelente superficie para la escritura, resultaban poco duraderos, muy frágiles, hasta el punto de que, en climas húmedos, se desintegraban en menos de cien años. Por esta razón, gran parte de la literatura y del resto de material escrito de la antigüedad se ha perdido de un modo irreversible. El pergamino y algunos materiales derivados de las pieles secas de animales no presentan tantos problemas.
El siglo IV marcó también la culminación de un largo proceso, que había comenzado en el siglo I, tendiente a sustituir los incómodos rollos por los primeros códices (del latín, 'libro'), antecedente directo de los actuales libros. El códice, que en un principio era utilizado por los griegos y los romanos para registros contables o como libro escolar, consistía en un cuadernillo de hojas rayadas hechas de madera cubierta de cera, de modo que se podía escribir sobre él con algo afilado y borrarlo después, si era necesario. Entre las tabletas de madera se insertaban, a veces, hojas adicionales de pergamino. Con el tiempo, fue aumentando la proporción de papiro o, posteriormente, pergamino, hasta que los libros pasaron a confeccionarse casi exclusivamente de estos materiales, plegados formando cuadernillos, que luego se reunían entre dos planchas de madera y se ataban con correas. Las columnas de estos nuevos formatos eran más anchas que las de los rollos.
En la Europa de comienzos de la edad media, eran los monjes quienes escribían los libros, ya fuera para otros religiosos o para los gobernantes del momento. La mayor parte de ellos contenían fragmentos de la Biblia, aunque muchos eran copias de textos de la antigüedad Estos monjes medievales se interesaron también en la elaboración de nuevos compuestos químicos para perfeccionar la fabricación de tintas, e inventaron así la llamada tinta ferro tónica, perfeccionada en el siglo XVIII, mezclando ácido gálico con sulfato de hierro.
Los monjes solían escribir o copiar los libros en amplias salas de los monasterios denominadas escritorios. Al principio utilizaron gran variedad de estilos locales que tenían en común el hecho de escribir los textos en letras mayúsculas, costumbre heredada de los tiempos de los rollos. Más tarde, como consecuencia del resurgimiento del saber impulsado por Carlomagno en el siglo VIII, los escribas comenzaron a utilizar también las minúsculas, cursivas, y a escribir sus textos con una letra fina y redondeada que se basaba en modelos clásicos, y que inspiraría, varios siglos después, a muchos tipógrafos del renacimiento.
Muchos libros medievales contenían dibujos realizados en tintas doradas y de otros colores, que servían para indicar los comienzos de sección, para ilustrar los textos o para decorar los bordes del manuscrito. Estos adornos iban desde los intrincados ornamentos del Libro de Kells, una copia de los Evangelios llevada a cabo en Irlanda o Escocia en el siglo VIII o IX, a las delicadas y detallistas escenas de la vida cotidiana del Libro de horas, del duque de Berry, un libro de oraciones confeccionado en los Países Bajos por los hermanos Limbourg en el siglo XV. Los libros medievales tenían portadas de madera, reforzadas a menudo con piezas de metal, y poseían cierres en forma de botones o candados. Muchas de las portadas iban cubiertas de piel y, a veces, estaban ricamente adornadas con trabajos de orfebrería en oro, plata, esmaltes y piedras preciosas. Estos bellísimos ejemplares eran auténticas obras de arte en cuya confección intervenían, hacia el final de la edad media, orfebres, artistas y escribas profesionales. En esta época se usaban las letras capitales para iniciar cada capítulo o cada párrafo.
Se cree que los primeros libros del Lejano Oriente estaban escritos sobre tablillas de bambú o madera, que luego se unían entre sí. Otro tipo de libros eran los constituidos por largas tiras de una mezcla de cáñamo y corteza inventada por los chinos en el siglo II d. C. Los chinos fueron los primeros en experimentar la fabricación de papel (extraído de la morera y del bambú) y de tintas, pues desde muy antiguo usaban líquidos coloreados, y el negro de humo, y desde el 3000 antes de Cristo lograban hacer esas tintas indelebles y vivas, que hasta hoy se usan: la tinta china.
Al principio, estas tiras se incidían con plumas o pinceles de junco y se envolvían alrededor de cilindros de madera para formar un rollo. Más adelante, se comenzaron a plegar en forma de acordeón, a pegarse en uno de los lados y a colocarles portadas hechas de papel fino o tela. Los sabios y funcionarios que sabían escribir se esforzaron especialmente en caracterizar sus escritos de estilos distintivos de caligrafía, que era considerada como una de las bellas artes, lo cual no es de extrañar, pues tanto el chino como el japonés y el coreano, utilizan para su escritura los ideogramas.
En el siglo VI a. C., en China ya se imprimían textos utilizando pequeños bloques de madera con caracteres incisos, aunque el más antiguo de los libros impreso de este modo de que se tenga noticia, el Sutra del diamante, data del año 868. El Tripitaka, otro texto budista, que alcanzaba las 130.000 páginas, fue impreso en el 972. Por supuesto, imprimir libros a partir de bloques reutilizables resultaba más rápido y cómodo que tener que escribir las distintas copias del libro a mano, pero se necesitaba mucho tiempo para grabar cada bloque, y se podía utilizar para una sola obra. En el siglo XI, los chinos inventaron también la impresión a partir de bloques móviles, que podían ensamblarse y desensamblarse entre sí para componer distintas obras. Sin embargo, hicieron muy poco uso de este invento, debido a que el enorme número de caracteres (kanji o ideogramas) del chino -unos 7,000- hacía prácticamente inabordable la utilización de este sistema.
En Europa, se comenzaron a imprimir trabajos a partir de bloques de madera en la edad media, idea que debió llegar como consecuencia de los contactos que por entonces ya se tenían con Oriente. Los libros impresos con bloques de madera solían ser obras religiosas, con grandes ilustraciones y escaso texto.
En el siglo XV se dieron dos innovaciones tecnológicas que revolucionaron la producción de libros en Europa. Una fue el papel, cuya confección aprendieron los europeos de los pueblos musulmanes (que, a su vez, lo habían aprendido de China). La otra fue los tipos de imprenta móviles de metal, que habían inventado ellos mismos. Aunque varios países, como Francia, Italia y Holanda, se atribuyen este descubrimiento, por lo general se coincide en que fue el alemán Johann Gutenberg (nacido en los últimos años del siglo XIV en la ciudad de Mainz, cerca del Rin, en Alemania) quien inventó la imprenta basada en los tipos móviles de metal, y publicó en 1456 el primer libro importante realizado con este sistema, la Biblia de Gutenberg. Aunque es de señalar que con ese sistema, que agilizó la impresión, Gutenberg podía imprimir 40 páginas de su Biblia de 42 líneas, y tardó tres años en terminarla. El ingenioso inventor lograba copias en una aleación de plomo, antimonio y estaño que podían volverse a fundir cuantas veces fuera necesario.
Estos avances tecnológicos simplificaron la producción de libros, convirtiéndolos en objetos relativamente fáciles de confeccionar y, por tanto, accesibles a una parte considerable de la población. Al mismo tiempo, la alfabetización creció enormemente, quizás como resultado de los esfuerzos renacentistas por extender el conocimiento. Se comenzaron a incentivar las investigaciones para la fabricación de tintas de imprenta, y se hacían combinaciones de aceites con negro de humo. La imprenta llegó muy pronto a España, y se supone que el primer libro español se imprimió en 1471, aunque este hecho no está documentado.
Se sabe que en 1472 Johann Parix imprimió el Sinodal de Águila fuerte, que se considera hoy en día, (a falta de datos sobre otros) el primer libro impreso español. El primer libro fechado impreso en España fue Comprehensorium de Johannes Grammaticus, que salió de la imprenta valenciana de Lambert Palmart el 23 de febrero de 1475.
En los siguientes años, y auspiciados por la política cultural de los Reyes Católicos, aparecerían otros muchos libros, como la primera gramática española, la Gramática Castellana del humanista Elio Antonio de Nebrija, impresa en Salamanca en 1492, y que resultaría fundamental para la fijación de nuestro idioma. Esta Gramática fue publicada en el Siglo XX por la Edición de la Junta del Centenario MCMIXLVI, Madrid, 1946, en 2 volúmenes, en la que el segundo es una reproducción del incunable, sobre la edición "princeps" de 1942, y un apéndice con reproducciones de gramáticas románicas.
La prensa fue el primer instrumento usado por la imprenta, con la que se imprimía por presión.
La imprenta llegó a América algo más tarde, en 1540, año en que comenzó a funcionar la primera en México. La edición de libros se inició en seguida y se multiplicó vertiginosamente. Los impresores renacentistas italianos del siglo XVI establecieron algunas tradiciones que han sobrevivido hasta nuestros días. Entre ellas se encuentran, por ejemplo, la del uso de caracteres de tipo romano e itálico, de composiciones definidas o de portadas de cartón fino, a menudo forradas en piel. Utilizaban también las planchas de madera y de metal para incidir en ellas las ilustraciones y establecieron los distintos tamaños de los libros -folio, cuarto, octavo, duodécimo, 16º, 24º y 32º.
Estas designaciones se refieren al número de páginas que se pueden conseguir plegando una gran lámina de papel en las imprentas. Así, una lámina doblada una sola vez forma dos hojas (o sea, cuatro páginas), y un libro compuesto por páginas de este tamaño se denomina folio. Del mismo modo, una lámina doblada dos veces forma cuatro hojas (ocho páginas), y el libro consiguiente se denominará cuarto, y así sucesivamente. Los editores europeos contemporáneos y las imprentas tradicionales continúan utilizando esta terminología. A partir de la Revolución Industrial, la producción de libros se fue convirtiendo en un proceso muy mecanizado. En nuestro siglo, se ha hecho posible la publicación de grandes tiradas de libros a un precio relativamente bajo gracias a la aplicación al campo editorial de numerosos e importantes avances tecnológicos.
Así, la baja en el costo de producción del papel y la introducción de la tela y la cartulina para la confección de las portadas, de prensas cilíndricas de gran velocidad, de la composición mecanizada de las páginas y de la reproducción fotográfica de las imágenes han permitido el acceso a los libros a la mayor parte de los ciudadanos occidentales. En América Latina se han desarrollado varios grandes centros productores de libros, a través de sus editoriales más conocidas, en Argentina, Chile, Colombia, México y Cuba.
A pesar de que los modernos medios de comunicación, como la radio, el cine y la televisión, han restado protagonismo cultural al libro, éste continúa siendo el principal medio de transmisión de conocimientos, enseñanzas y experiencias tanto reales como imaginadas y la principal fuente de aporte cultural del individuo. Por otro lado, aunque se ha especulado con la posibilidad de que el desarrollo de las tecnologías informáticas -que han acelerado el proceso de creación de libros, tanto en cuanto a la escritura como en cuanto a la producción industrial y, por tanto, reducido su costo- tengan, paradójicamente, como efecto la sustitución del libro por otras experiencias ligadas a la imagen (realidad virtual, películas interactivas u otros), cabe, sin duda, la posibilidad de que, del mismo modo que la reducción del precio del papel posibilitó la extensión del libro a amplias capas de la población, la sustitución del libro tradicional por el libro electrónico, con su consiguiente disminución de costos de producción y distribución, permita hacer accesible el conocimiento de textos, y da mayor acceso al libro electrónico a discapacitados motores y/o visuales.
El libro, en los comienzos en piedra, arcilla, papiro o pergaminos, en los tiempos modernos en papel, y en la actualidad en formatos digitales, CD, Internet u otra forma, si su finalidad es hacer circular las palabras e ideas, reales o de ficción, sigue siendo un libro.
Una característica unida al libro desde sus comienzos fue la de la inclusión en él de imágenes, que servían, en algunos casos, como apoyo o explicación del texto, pero que, en otros, tenían una finalidad puramente estética. En efecto, en muchas ocasiones, el escriba que copiaba a mano los libros incluía adornos o ilustraciones que servían para separar distintas partes, secciones o capítulos del texto o para embellecer o amenizar su lectura. Posteriormente, con la introducción del grabado a partir de planchas de metal o madera, muchos autores, añadieron ilustraciones a sus libros, imágenes que se convirtieron en algo más que meras extensiones del texto. Algunos de los primeros y más bellos ejemplos modernos de interacción entre texto e imagen, lo constituyen las obras del poeta, pintor y grabador inglés William Blake.
Con la invención de la primera rotativa en 1846 y de la máquina linotipo, recién se agilizó la impresión periodística, pues resultaban lentos y complicados los sistemas que se utilizaban para la impresión de libros.
La importancia del libro en la sociedad
Lo fundamental en un libro es que su sola presencia produce un sentimiento casi místico de conocimiento y saber y una conmoción misteriosa que sólo la tinta, el papel, los grafemas, los capítulos y subcapítulos, deben de saber sin ser. Los buenos libros invitan a adentrarse en las profundidades de ese túnel del saber, que antes y después de nosotros ocurrió y deberá ocurrir de la misma o diferente manera. Un texto es un fantasma que ronda entre la mirada de todo aquel que posa su atención en él.
Cuando compramos un libro, no compramos una ruma de papeles tipografiados, engomados, refilados, compaginados, ilustrados y encuadernados primorosamente: compramos un microuniverso, una galaxia de experiencias que te pueden cambiar y hacer vibrar de emoción cuando avanzamos lento o veloz por la supercarretera de la literatura connotativa o del conocimiento denotativo.
La cercanía de los libros y la visita frecuente a sus páginas hacen que uno se vea empequeñecido ante el saber, pero al mismo tiempo nos hace grandes ante los demás. La gran diferencia entre las personas y los profesionales de cualquier campo del saber humano, está entre lo que uno lee y cuánto ha leído, pero fundamentalmente cuánto ha comprendido y ha aplicado metacogntivamente a su realidad. Leer te hace más grande y extenso en tu conversación, en tu fundamentación, en tu parlar. A quién lee se le escucha con más atención y respeto: su lenguaje, sus ideas, sus argumentos, son más potentes y convincentes. Se puede aprender más de quien lee más. La lectura es y será la gran brecha y diferencia entre los que estando en igualdad de condiciones sociales, económicas, políticas y culturales, se alejan del límite de la ignorancia, el facilismo y el conformismo. Se puede ser tan magíster o doctor ignorantón por el Diz funcionalismo de sus lecturas; como docto o zahorí por ser un autodidacta y lector voraz. Ni el grado o pos-título, ni la universidad te garantiza que seas buen y consumado lector.
Leer te abre infinitas posibilidades de ser rico en el saber aunque seas paupérrimo en lo económico. La lectura te enriquece y te abre el seso del entendimiento. Leer es estar más avisado que los demás. Leer es estar un paso adelante de los demás.
Parafraseando al cliché que una imagen vale por mil palabras, sostengo que una palabra poética vale por mil imágenes. En la televisión lo verás, en la radio lo escucharás, en el internet lo leerás, pero no lo podrás tocar. La lectura de un libro entra por los ojos, los dedos, la mente. La lectura es maravillosa porque polisémicamente una misma historia puede suscitar distintos efectos estéticos y puede tener diferentes interpretaciones y aplicaciones, según el tipo de lector, formación y ocasión. Allí está la magia del libro, porque cada vez que leas y releas una misma obra,, los personajes y los escenarios estarán revoloteando en tu mente sin más ayuda que tu propia imaginación y materia gris: no necesitarás de electricidad, ni línea de sistema que se cuelgue, ni ondas hertzianas interferidas, ni satélites, para vivir esa gigantesca magia de transformar las palabras en imágenes que perduren para siempre en los recovecos en los sólo 1,400 cm cúbicos de masa encefálica, constituido por 100.000.000.000 de neuronas generando una red estructural que es unas cien veces más compleja que la red telefónica mundial, alojadas sólo en 1.3 Kg. de tu peso total, tu cerebro.
Cuando uno lee un libro no sólo le pone la marca de su mirada, algún doblez en la esquina donde uno hace sus pausas para retomarlo más tarde o los subrayados, notas y sobreescrituras explicativas y dubitativas, sino que en la hoja física se van quedando las huellas de la yemas de nuestros dedos y el sudor de nuestra emoción momentánea al leer e ir figurando cinematográficamente todo el argumento o el paisaje y diacronía de la historia o sucesos contenidos en grafías.
La magia del libro está en que uno lo puede tocar como se acaricia algo amado: en las noches lóbregas, en las tardes solariegas o en las mañanas coloridas. La magia del libro está en que uno puede leerlo en cualquier lugar con sólo abrir sus hojas a la luz del sol, de una vela o de una bombilla de neón o alógena, sin mediar otra cosa más que tu mirada, tu mente, tu emoción. La magia del libro está en que los pasajes que más te han emocionado puedes volver a releerlo cuantas veces quieras y sentir nuevas emociones por cada vez que lo hagas. La magia del libro está en que puedes volver a sentir similar emoción al coger un mismo libro de tu biblioteca o la biblioteca del pueblo después de 70 años, de cuando tenías ocho años y ahora tengas 78 años y quizá allí encuentres el propio reflejo de tu mirada nostálgica de niña inquieta, entre las líneas. La magia del libro está en que entre sus hojas puedas encontrar la misma lágrima de emoción que te suscitó la trama de la historia o del desenlace inesperado aún cuajada por el rocío de la niña de tu éxtasis de lector.
Escribir un libro, editarlo y difundirlo es una de las experiencias más gloriosas a las que puede aspirar quien quiera preciarse de ser escritor. Un libro se escribe una vez y para siempre. Un libro está poblado de seres, de hechos, de vida y experiencias. Un libro que se abre deja huellas en el alma, en la psiquis del lector. Un libro es un canal conductor del túnel de la experiencia del tiempo y hace constar que antes que nosotros, otros ya vivieron experiencias similares o disímiles de las que vivimos ahora como lectores.
Podemos tener y asumir la experiencia y el placer de escribir o leer, igual, se necesita creatividad y concentración, motivación y deseo irrefrenable de peregrinación. Podemos asumir el papel en algún momento de lector; pero también podemos animarnos a asumir el reto de ser unos perfectos escribas u quedar inmortalizado en la memoria viva de los lectores.
MÉTODOS DE IMPRESIÓN
Impresión tipográfica Offset
La impresión Offset es un método de reproducción de documentos e imágenes sobre papel, o materiales similares, que consiste en aplicar una tinta, generalmente oleosa, sobre una plancha metálica, compuesta generalmente de una aleación de aluminio. La plancha toma la tinta en las zonas donde hay un compuesto hidrófobo (también conocido como oleófilo), el resto de la plancha (zona hidrófila) se moja con agua para que repela la tinta; la imagen o el texto se trasfiere por presión a una mantilla de caucho, para pasarla, finalmente, al papel por presión.
La prensa se denomina offset (del inglés: indirecto) porque el diseño se transfiere de la plancha de impresión al rodillo de goma citado, antes de producir la impresión sobre el papel. Este término se generó por contraposición al sistema dominante anterior que fue la litografía, en el que la tinta pasaba directamente al papel.
Es precisamente esta característica la que confiere una calidad excepcional a este tipo de impresión, puesto que el recubrimiento de caucho del rodillo de impresión es capaz de impregnar, con la tinta que lleva adherida, superficies con rugosidades o texturas irregulares. Obviamente, esto es debido a las propiedades elásticas del caucho que no presentan los rodillos metálicos.
Características
La impresión offset es un método de impresión indirecta, ya que se pasa indirectamente de la plancha de aluminio al caucho para después pasar al papel (u otro sustrato) ejerciendo presión entre el cilindro porta caucho y el cilindro de presión (conocido también como cilindro de impresión o de contrapresión).
La impresión offset se realiza mediante planchas metálicas (generalmente de aluminio) tratadas y fijadas sobre cilindros, de modo que hay una plancha por cada color que se quiera representar, o en el caso de la fotocromía, por cada uno de los cuatro colores (cian, magenta, amarillo y negro). De este último modo se obtiene papel impreso con imágenes a todo color superponiendo, mediante varias pasadas, las distintas tintas sobre el soporte. La cantidad, y proporciones, de cada una de las tintas básicas que se usan en el proceso de impresión, así como la transparencia parcial de estas, darán lugar a una imagen a todo color con un buen degradado de los tonos.
Para que la plancha se impregne de tinta, únicamente en aquellas partes con imagen, se somete la plancha a un tratamiento fotoquímico, de tal manera que las partes tratadas repelen el agua. Así, la plancha se pasa primero por un mojador, impregnándola de agua y, seguidamente, por un tintero.
Como la tinta es un compuesto graso, es repelida por el agua, y se deposita exclusivamente en las partes tratadas, o sea, con imagen. El agua, a menudo, contiene otras sustancias para mejorar su reactividad con la chapa y el agua.
Finalmente, las imágenes ya entintadas se transfieren a un caucho que forra otro cilindro, siendo este caucho el que entra en contacto con el papel para imprimirlo, ayudado por un cilindro de contrapresión, o platina.
Este tipo de impresión es el más utilizado en las grandes tiradas de volumen, debido a sus evidentes ventajas de calidad, rapidez y costo, lo que permite trabajos de grandes volúmenes de impresión a precios muy reducidos. A pesar de que las modernas imprentas digitales se acercan a la relación coste/beneficio de una imprenta offset, aún no son capaces de producir las ingentes cantidades que se requieren, por ejemplo, para la tirada de un periódico de amplia difusión. Además, muchas impresoras offset de última generación usan sistemas computarizados a la plancha de impresión en lugar de los antiguos, que lo hacían a la película, lo que incrementa, aún más su calidad.
Impresión Huecograbado
El huecograbado o rotograbado es una técnica de impresión en el cual las imágenes son transferidas al papel o sustrato a partir de una superficie cuyas depresiones contienen tinta, a diferencia del grabado normal, en el que la impresión se realiza a partir de una superficie plana cuyas líneas entintadas están en relieve.
Este sistema de impresión es uno de los más extendidos en la actualidad. Usado habitualmente en la impresión de calidad de embalaje flexible (como bolsas de papas fritas y envoltorios de golosinas), también en edición (libros y revistas de gran tirada), tiene como particularidad que la forma impresora es una forma en bajorrelieve.
La definición y calidad de la impresión Huecograbado es la mejor para impresiones de materiales como el film de Polipropileno, Poliéster, Poliamidas, Aluminios, etc. Esto se debe a los pequeños puntos que se pueden lograr en el metal no como en las técnicas de flexografía donde la forma de aplicar la tinta al papel es mediante un cilindro recubierto con un polímetro (goma), lo que hace que la impresión deba tener puntos mas grandes, esto hace que las imagen pierdan definición y al aplicar la tinta mediante contacto con la goma hace que la imagen se reviente y pierda definición.
Proceso
La forma impresora típica del huecograbado es el cilindro de impresión, que consta básicamente de un cilindro de hierro, una capa de cobre sobre la que se grabará el motivo a ser impreso, y una capa de cromo que permite una mayor resistencia o dureza durante el proceso de impresión (la capa de cobre es muy frágil y se rompería con gran facilidad durante el proceso).
El proceso de grabado (denominando grabado a la incisión de pequeñas oquedades, encargadas de transferir la tinta en la capa de cobre), se hace bien por métodos químicos o bien por métodos mecánicos, siendo este último el más extendido actualmente. Para ello, un sistema de grabación es una cabeza de diamante, dirigido desde un computador, que se encarga de grabar la figura que se transferirá posteriormente al impreso mediante repetidos golpes. Cada cilindro tiene diferencias en su grabado que dependen del color y de la imagen que debe transferir. Estas diferencias se ven reflejadas por la línea Tura, el ángulo de grabado de la trama y el porcentaje de puntos.
La Maquina de impresión rotativa imprime directamente a partir de un cilindro metálico con los procesos anteriormente explicados, utiliza una tinta en base a solventes de secado rápido. A medida que gira el cilindro pasa a través de un baño de tinta y es raspado posteriormente por una cuchilla de acero llamada racla, dejando de esta forma la tinta sólo en los pozos del área con imágenes. De este modo la tinta es absorbida por la superficie del papel cuando entra en contacto con la placa.
Impresión fotocopiada
La fotocopia es el resultado de reproducir un documento o parte de este en una hoja de papel normalmente, aunque puede ser también a otro tipo de material, como una transparencia, opalina, etc. El tamaño de los papeles es muy variado: carta, oficio, A4, A5, y muchos más hasta llegar a los especiales para planos.
El proceso de fotocopiado se realiza por medios ópticos y fotosensibles. Primero se coloca el original sobre una superficie de cristal o algún otro material transparente. Bajo esta superficie corre una fuente luminosa generalmente una lámpara llamada "lámpara de exposición", entonces la luz se refleja en las tonalidades más claras del original y esta imagen se va guiando por espejos hasta un cilindro sensible a la luz que va girando, el cuál se energiza atrayendo electromagnéticamente la tinta seca llamada toner. A este elemento también se le conoce como Fotorreceptor o Fotoconductor.
Bajo este cilindro se encuentra otro elemento que desenergiza al fotoconductor llamado corona, y al momento del proceso del fotocopiado, cuando el papel pasa debajo del cilindro, la corona se activa desenergizando el cilindro y haciendo que el toner caiga sobre el papel.
Después el papel con el polvo sobre él, pasa por otro componente de la fotocopiadora llamado unidad fusora que se encarga de fundir el toner sobre el papel.
Las copias azules de planos, son llamadas copias heliográficas, y el proceso es más bien químico, ya que se utilizan químicos como el amoníaco para su proceso de copiado, por lo que no se pueden considerar "fotocopias".
Actualmente hay fotocopiadoras de tamaños y funciones variadas, hay personales, de escritorio, de estación, de planos, etc. Algunas se pueden conectar en red, otras son multifuncionales (que son también escáner, fax, impresora, etc.), además de que se dividen en análogas y digitales.
La análogas usan procesos más mecanizados, por ejemplo, si se piden 10 copias de un original, la lámpara de exposición recorre el documento 10 veces (una por cada copia), en cambio en las digitales, la lámpara recorre una vez el documento y lo guarda en memoria, y reproduce el original tantas veces como se haya pedido. Hay fotocopiadoras con disco duro y/o memoria que permite guardar trabajos anteriores.
El inventor de este proceso llamado Xerografía (del Griego Xeros "seco" y Grafos "dibujo o imagen"), fue Chester Floyd Carlson, quién en 1931 descubrió un material fotosensible que se cargaba de electricidad estática sólo en las zonas expuestas a la luz, lo que luego de varios experimentos dio origen a la primer fotocopiadora la Xerox 914 por parte de la empresa "Haloid", actualmente "Xerox Corporation".
Bibliografía
http://es.wikipedia.org/wiki/Fotocopia
http://www.educar.org/inventos/libro.asp
http://propackltda.bligoo.com/content/view/11/Impresion_Huecograbado.html
http://es.wikipedia.org/wiki/Impresi%C3%B3n_Offset
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